31/5/15
Mi ventana
"No recordaba así la ciudad en donde nació.
Hoy parecía como si el tiempo se hubiese detenido.
Notó quietud.
Volver a recorrer las calles que saltaba y recorría trotando con sus hermanos hacía ya casi treinta años le dibujó una sonrisa triste en la cara.
Pensó en sus hijos. Ella entonces tenía la misma edad que Juan ahora cuando subía esos peldaños cada día.
La madre de todas las nostalgias llegó al pasar bajo la ventana que la había visto nacer y no pudo evitar cruzar y quedarse quieta observando sus recuerdos a través de las cortinas.
Hay veces que se llora de emoción y otras con la fuerza de un millón de momentos grabados en el alma. Casi sin lágrimas, pero con un terremoto en el pecho.
En su mente se reconstruían escenarios de fotos en blanco y negro, de música de Papá y de tardes en el patio.
Imposible recordar a su madre durmiéndola en brazos cada noche, pero había sido ahí, justo detrás de ese cristal, en donde alguien la había querido más que a nada en el mundo.
Encima de ese taller de motos había aprendido a andar, a querer, a caerse y a llorar.
Y allí permaneció,bajo el último rayo de sol que salpicaba la calle de sombras. Respirando aire viejo. Recargando su identidad con cientos de recuerdos que había llegado el momento de admitir, aceptar, llorar y reconciliar. Sonriendo en esos otros instantes de unión, de calor y de fuerza.
Su familia.
Su infancia.
Esa ventana tenía su nariz pegada en mil tardes de lluvia y un trozo muy importante de su nombre."
¿Qué recuerdos tendrán nuestros hijos de su infancia?
Me gustaría pensar que si algún día pasan debajo de su primera ventana puedan sentir todo el amor, la seguridad y el calor que tratamos de transmitirles. Que recuerden sus raíces con una sonrisa bien grande en la cara y se diviertan recorriendo sus álbumes de fotos.
No podemos controlar lo que nuestros hijos guardan en su memoria como momentos importantes, pero lo que sí podemos hacer es crear más oportunidades para que surjan instantes que, con el tiempo, sean buenos recuerdos.
HACER FAMILIA.
Las rutinas y el día a día pueden hacernos olvidar que para ellos eso es lo menos importante. Nuestros hijos construyen los cimientos de una vida mientras a veces nosotros estamos más preocupados de "lo que hay que hacer" o "cómo se tiene que hacer".
¿Quién no recuerda una noche de apagón con velas o un momento diferente con sus padres y hermanos?
No se trata de hacer "momentos únicos" constantemente, porque obviamente dejarían de ser únicos, pero sí pensar que nos miran con ojos de amor incondicional, con unas gafas que captan todo pero interpretan desde la necesidad de pertenecer. Por eso, una sonrisa puede quedarse grabada eternamente, igual que un grito o un mal gesto.
Disfrutemos de nuestros hijos, como se pueda en cada momento, porque esa será la manera más auténtica de que nos sientan cerca y su mente se llene de recuerdos amables.
Nuestros recuerdos son las huellas de la vida en nuestro ADN.
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