24/7/15

"Mi madre es tonta"


"Tengo 3 recuerdos de mi infancia y mi juventud que creo que no necesitarían tinta si me hiciera un tatuaje sobre ellos.
 El más grande, profundo y bonito es la imagen de mi madre distraída en el aeropuerto. Su actitud  aparentemente fría me hundió en una decepción que tardaría años en superar, pero hoy, después de 3 décadas, conservo en mi mente y en mi corazón ese instante como uno de los más importantes de mi vida.

Fue una época difícil para mí, aunque supongo que no mucho más difícil que para el resto de chicas de 14 años. Ahora que puedo verlo a través de otros ojos sé que tuvo que ser complicado convivir con un ceño fruncido con portazo perpetuo incorporado. La edad del pavo, que le llaman. 

Me recuerdo en un enfado constante, en un malestar conmigo misma y los demás que no lograba entender. Con un millón de preguntas que, según el día o incluso la hora, tenían diferentes respuestas para mí. 
Tampoco se me olvida esa montaña rusa de hormonas y sensaciones, que bailaban entre la lágrima y la carcajada con una cadencia peligrosamente incongruente.
Pero "molaba".
Era feliz riendo o llorando, porque intuyo que eso era exactamente lo que tenía que ser.

Y mi madre.
"Mi madre es tonta". 
Era mi frase. Mi lema en mi super-pandilla de clase, en mi super-colegio.En mi super-mundo.

Pero mi madre... 
Yo realmente la adoraba, la admiraba y la veneraba en secreto. 

La observaba muchas veces, y aunque la mayor parte del tiempo una voz siniestra me decía que le llevara la contraria por sistema, echaba infinitamente de menos sentarme en su regazo o que me contara cosas mientras me peinaba la melena. Hacía demasiado tiempo de eso, pero realmente hacía muy poco tiempo de eso.

La buscaba constantemente. La provocaba para intentar conseguir un poco más de ella. Algo más intenso que su paciencia infinita y su mirada serena. Un grito. Me daba igual. Su aparente pasividad me sacaba de quicio, aunque poco después comencé a entender todas aquellas frases que en su día  me desconcertaban. Ahora son las las llaves que me han abierto casi todas la puertas de mi vida.

"Te noto alterada. Creo que es mejor que busquemos otro momento para hablar"
"Sé que si es importante para ti encontrarás una solución"

"Mi madre es tonta"

Y aquel día.Mi tatuaje sin tinta.
La despedida.

Después de un año nefasto en el colegio, la directora le propuso a mis padres enviarme un año al extranjero para aprender un idioma. Querían mandarme a un pueblo en Francia, cerca de Bélgica.
En aquel momento pensé que realmente querían deshacerse de mi.

Y encima no se les ocurre otra cosa que preguntarme. 
"Es tu decisión ¿Quieres ir?"
SI.

Si, con una tonelada de orgullo frenando un océano de lágrimas justo en el borde de mis párpados.
Si, con los puños apretados para contener el tembleque de la voz.
Si, con un "no me importa nada" en la mirada y un "no puedo vivir sin vosotros" en el corazón.

Y me fui.

Y ya me había ido al salir del despacho de la directora. Y estuve ausente, muy lejos, durante todo el mes que duraron los preparativos.Y no me dí cuenta de los ojos rojos de mi madre de vez en cuando en la cocina.

No se me olvidará en la vida su abrazo medido y estudiado que antes no sabía y ahora sé leer, lleno de contención, de respeto por no venirse abajo. Su "Sabes que te quiero y confío en que será una gran experiencia para ti" que en ese momento fue un "blablablabla" y ahora vale más para mi que todas la palabras que me quedan por oír.

Siempre será mi recuerdo más preciado, porque con los años, la experiencia y todo lo que supuso para mi futuro ese año, jamás podré agradecerle lo suficiente a mi madre su aliento y su confianza. El hecho de no haberme rescatado, sino de permitirme encontrar mi propio poder.Mis respuestas y mi propia vida.
El hecho de demostrarme un amor infinito en un abrazo que yo sentí contenido, pero que realmente me llenaba la mochila de calor suficiente para dar la vuelta al mundo.

Pero sobretodo, el hecho de haber sabido entender que yo, en aquel momento, no entendía nada."

A todas las hijas que, ahora madres, han aprendido a reconciliar recuerdos.
( Y a M. Aguado, por acompañarme en muchos de ellos)

María Soto Álvarez de Sotomayor















6/7/15

"¡No quiero!"

" Era una mañana de esas que no sabes si playa o terracita a la sombra, de esas que la gente sonríe sin motivo y te sirves lo que haya frío en la nevera.
En el Norte no hay muchas mañanas de esas.

Eugenio esperaba a sus hijos en pijama, bajo la sombra de su morera.
Puede que fuera Jueves y no vinieran hasta las 5, o quizás era Domingo. En ese caso estaban tardando.

Justo cuando Juan apareció por la puerta de la cocina Eugenio se dio cuenta de que llevaba una tostada en la mano. ¿Habría desayunado? ¿Quién era ese que entraba en su casa?

-¡Socorro! ¡Socorro! ¡Auxilioooo!
-Papá tranquilo! Papá soy Juan!!
-¡Ayúdenme! ¡Socorro!
-Papá por Dios, ¡Mírame, soy yo!
-¡Soco.......Idiota! has picado otra vez!! jajajjajajajaja

Juan se recompuso, se preparó para para explicarle a su padre una vez más los peligros de fingir una pérdida de memoria, le miró a los ojos y...no pudo evitar reirse al observar esa cara de niño travieso llena de arrugas. Esa mirada llena de fuerza y de vida que había visto casi todos los amaneceres del mundo. Su padre era un joven anciano atrapado en una piel vieja, pero totalmente innundado de ganas de vivir y disfrutar de cada momento.

"Estás gordo hijo, así no podrás correr si vienen los malos!! jajjajaja"
"No estoy gordo Papá, es el estrés"
"¿Estrés? Estrés dice....Si yo te contara lo que es el Estrés..."
"Llegamos tarde Papá, vístete por favor"

Eugenio era un hombre fuerte y alegre. Eugenio no recordaba cosas a veces, y a veces tenía mucho miedo.

"Tarde a dónde Juan"
"Papá no empieces que ya no es gracioso....bueno, espera....no lo recuerdas, verdad?"

Juan había notado ese temblor, esa leve e imperceptible vibración en sus palabras que le hablaba del miedo, del vacío en el que a veces tenía que luchar su padre por encontrar el camino de vuelta.

"Hoy comemos con Sara, tu hija, y sus niños , Santi y Eugenia"
"Sé quién es mi hija zoquete!"

Eugenio se dió la vuelta y entró en casa todo lo rápido que sus zapatillas sin suela le permitieron.

No era divertido olvidar. No encontraba ese lado positivo que sabía sacarle a todo, no veía por ninguna parte ese punto gamberro que le ayudaba a traducir la vida en canciones populares o chistes poco refinados.

Eugenio a veces se perdía y cada vez le costaba más encontrarse.

Ya en la terraza, con Juan, Sara y los niños, Eugenio pasaba un rato agradable  jugando al veo veo con su nieta, cuando ocurrió.

"Ya vienen" dijo.
Se levantó súbitamente y comenzó a andar hacia un terraplén lleno de arbustos que rodeaba la cafetería.
"¿Quién viene?" Juan se levantó y le siguió de cerca
"Ya vienen, ya vienen ¡a cubierto!"
Su cara reflejaba un pavor digno de quien ha vivido los horrores de una guerra, de quien se ha escondido en alcantarillas mientras intenta dormir al son de una sirena. la cara de alguien que estaba viajando en el tiempo a su peor pesadilla.

"Papá por favor vuelve a la mesa, no viene nadie. Estamos comiendo con Sara y los niños"
"Suéltame!! ¡Más vale que corras o te atraparán!"
Eugenio llegó a los arbustos e intentó agazaparse detrás.

Sus hijos lo agarraron por las muñecas e intentaron llevarlo hacia la mesa. él se resistía. Se mantenía quieto, haciendo fuerza. Su cara, su color, el ritmo de su respiración, todo en él estremecía. La gente de las mesas cercanas comenzaba a darse cuenta de la escena y sus hijos empezaban a impacientarse.

"Papá por Dios, reacciona!!"

"¡No quiero! ¡Dejarme!¡No quiero!"

Eugenio rompió a llorar. Eugenio  ahora mismo tenía 7 años y estaba escondido con su madre y sus hermanos en las alcantarillas de la calle Fuencarral escuchando cómo decenas de bombas caían sobre la ciudad. Paralizado. Perdido.

Eugenio no sabía volver.

Cuando Sara y Juan estaban a punto de llamar a la ambulancia, su nieta Eugenia se acercó a él y le abrazó. Le estrechó fuerte con sus bracitos regordetes y le llenó la cara de besos.

"Abuelo te quiero, abuelo te quiero. "  Le limpiaba las lágimas con su vestido y le apretaba contra su cara "Abuelo te quiero." 
Se sentó a su lado e hizo como que se escondía, ofreciéndole un sitio detrás de un arbusto más frondoso. Él aceptó y se acurrucó junto a ella.
"Abuelo había una vez un barquito azul que navegaba por el mar de la India buscando peces de colores, un día...." 
En ese momento él la miró a los ojos, le agarró la cara con las dos manos y dijo muy tranquilo:

"...un día tropezó con una ballena amarilla que sabía cantar alrevés..."

Lo habían conseguido. 

Habían vuelto juntos venciendo al olvido con el cuento que cada noche le contaba a sus hijos y a sus nietos para dormirse y ahora le contaba a él su nieta pequeña. 

"Papá ¿estás bien?¡Menudo susto nos has dado! "

"¿Susto? Susto dice...si yo te contara lo que es un susto...quita zoquete, que estamos jugando!...¿por dónde íbamos princesa?"


Las enfermedades que afectan a la memoria son devastadoras. Todo aquel que haya padecido este tipo de afecciones como cuidador o familiar sabrá que es muy doloroso pasar por momentos de angustia como este, y también sabrán que el cariño y la conexión son casi siempre los únicos puentes hacia la calma.

Intentemos tener eso presente a la hora de tratar con niños, ancianos o cualquier persona que necesite de nuestra comprensión y paciencia para afrontar momentos de transición o, en el caso de los niños, crecimiento. Un "¡No quiero!" la mayoría de las veces dice muchas más cosas que la simple oposición. La única manera de acceder a todo ese "mensaje cifrado" es a través de la paciencia, el cariño. el respeto y la conexión.

Trabajemos la empatía e intentemos conectar siempre antes de corregir, intentar solucionar o avanzar.



María Soto Álvarez de Sotomayor





2/7/15

Comunicación en Familia



La CONEXIÓN entre padres e hijos es la base de la armonía familiar y el pilar maestro sobre el que se apoyan los cimientos de la sociedad.

A lo largo de mi trayectoria profesional he trabajado solucionando problemas de comunicación de diversos tipos y he podido comprobar los efectos de esa clase de trastornos en la calidad de vida de los pacientes y en el desarrollo personal de ellos mismos y de sus FAMILIAS.Pero también me di cuenta de que los trastornos de la voz, el habla o el lenguaje no son los únicos obstáculos que pueden crear problemas de conexión en una familia. Me di cuenta de que la gran mayoría de familias tienen problemas precisamente por eso, por una comunicación muy poco efectiva.

Una comunicación pobre impide el intercambio correcto de información a todos los niveles y dificulta enormemente la unión y la cooperación.

¿Por qué nuestros hijos no nos escuchan? ¿Por qué vivimos totalmente aislados los unos de los otros?

Nos falla esa CONEXIÓN que alimenta el vínculo, no tenemos ese puente que nos mantiene unidos para disfrutar juntos de los buenos momentos y afrontar de la mano los no tan buenos.

Desde el primer instante de vida los bebés necesitan la piel de sus padres para crecer sanos y sentirse seguros. Necesitan contacto,calor, unión.
A medida que siguen creciendo pueden seguir notando esa unión y ese contacto de muchas maneras diferentes, pero si dejan de notarlo, expresarán esa carencia actuando de manera inapropiada. Buscarán esa conexión y esa pertenencia, pero la mayor parte de las veces no sabrán cómo hacerlo.

Cada vez que una madre ( o padre) sostiene a su bebé a la altura de sus ojos y le hace "arrumacos", ese bebé siente conexión. Cada vez que su padre ( o madre) le hace reír con "pedorretas" o caras feas, ese niño siente conexión. La COMUNICACIÓN que crea la CONEXIÓN a esos niveles es así: piel, sonrisas, susurros, caricias,canciones, juego, contacto.

¿Y qué es lo que cambia cuando crecen? ¿Por qué las sonrisas, los susurros, caricias, juego y contacto se convierten en peleas, retos, desobediencia, pasotismo o gritos?

¿Qué falla?

Que la comunicación evoluciona y todo lo que hacemos expresa constantemente. A veces nuestra manera de comunicarnos nos aleja de ellos porque creemos que las palabras tienen que llenar todos esos silencios que antes llenábamos con caricias.

Nada más lejos de la realidad.

No paramos de hablar y no decimos nada.O decimos siempre lo mismo. No les llega el mensaje. Nos oyen pero no escuchan.

Y es que el lenguaje no verbal descuidado puede malinterpretarse, las órdenes constantes crean resistencia, el diálogo unidireccional ( monólogo) no intercambia nada...acabamos desconectándonos de nuestros hijos en nuestro afán por educarles y perdemos así su colaboración. No somos un equipo.La cooperación desaparece y es imposible conseguir que "pongan de su parte". O conseguimos su colaboración basada en el chantaje, el miedo o el hartazgo. No es una conexión efectiva a largo plazo ni estable ante las dificultades.

La buena comunicación familiar es aquella que consigue reforzar los vínculos y crear más puntos de unión, CONECTAR a sus miembros para ayudarles a crecer individualmente y así aportar crecimiento a la familia.

La buena comunicación familiar es aquella en la que todos sus miembros disfrutan de una relación horizontal de respeto, en donde todos puedan expresar de forma amable sus deseos, sentimientos o inquietudes y puedan recibir el feedback necesario para sentirse seguros y seguir confiando los unos en los otros.

¿Y eso cómo se hace?
Se hace teniendo en cuenta que los niños son niños y no siempre se comportarán como quisiéramos. Se consigue sabiendo "leer" su necesidad de conexión y pertenencia detrás de cada mal gesto, de cada "desobediencia" y entendiendo que ellos, por su inmadurez, no sabrán comunicar lo que sienten o lo que les pasa, pero nosotros como adultos podremos facilitárselo si les ayudamos a poner "palabras" a esos portazos, a esas explosiones de ira o esos llantos de frustración. Conectando antes de corregir. "Leyendo" su enfado, poniéndole nombre y buscando una solución.

Una buena comunicación familiar se consigue escuchando. Lo que parece importante y lo que no. Escuchando se enseña a escuchar y se "descubre" a nuestros hijos. Escuchar con la misma atención los "te quieros" que los "te odios", porque ambos expresan.

Si intercambiamos las órdenes por preguntas para dejar que nuestros hijos busquen una respuesta y les enseñamos a pensar por si mismos en lugar de convertirlos en pequeños robots "obedecedores".
Si no nos tomamos como "faltas de respeto" sus expresiones de desánimo o frustración y en vez de ignorarlas o castigarlas, las acompañamos y las modelamos con respeto.
Si intentamos enseñarles las cosas que se pueden hacer en lugar de lo que NO se debe.
Si les motivamos a crecer traduciendo sus errores en oportunidades para mejorar.
Si no les etiquetamos y les hacemos sentirse seguros discriminando lo que SON de lo que HACEN.
Si les comunicamos los límites necesarios para el buen funcionamiento familiar de manera respetuosa y en el momento adecuado ( no en pleno conflicto o discusión, en donde no hay autocontrol por ninguna de las partes).
Si les ayudamos a identificar sus sentimientos para ponerles nombre y poco a poco aprender a gestionarlos de manera adaptativa.
Si les hacemos partícipes en la búsqueda de soluciones y en la toma de decisiones ( guiada por nosotros).
Si les mostramos nuestra confianza y no nuestro miedo a un posible fracaso.
Si nos mantenemos firmes en los momentos en los que la situación lo requiera pero lo hacemos SIEMPRE de la manera más amable y cercana posible....

.....estaremos comunicándonos de manera efectiva y educando desde la conexión y el respeto.

Familias en las que sus miembros se sienten conectados son familias que se apoyan, que disfrutan, que aprenden de los malos momentos y que crecen juntas. A nivel social, son pequeños núcleos desde los que se puede aportar toda esa cooperación, unión y sentido de comunidad que tanto necesita nuestro mundo actualmente.
Una comunicación familiar efectiva puede traducirse en hijos y padres felices, y en una sociedad más empática, unida y dispuesta a la cooperación.




María Soto Álvarez de Sotomayor